Hoy dedicaré un post hablando del acoso escolar. Qué mejor persona para hablar del acoso escolar que aquella que lo ha sufrido.
Lo cierto es que la mayoría de la gente no se da cuenta de lo grave que puede ser el acoso escolar. Desgraciadamente no sólo deja secuelas en los niños, sino que también deja secuelas en los adultos.
En mi caso me han acosado durante unos 6 años, pero era un acoso más psicológico aunque tuve mis peleas. ¿La razón? Era una niña muy tímida en primaria, a veces los niños me decían cosas y me daba miedo contestar y hacer el ridículo con lo que pudiera decir. Los que me conocen me dirán: ¿Alba, tímida? Sí, tenía problemas para relacionarme con los demás. Luché contra la timidez en secundaria, me obligaba a actuar de cierta forma para mejorar mis relaciones y para así poder caerle mejor a la gente. Es decir, para luchar contra todo que pudiera hacerme daño por culpa de mi timidez.
En el colegio no se está a salvo, por lo menos es lo que viví. Les decía muchas veces a los profesores: ''Fulanito me ha hecho tal cosa'', ''Menganita me ha hecho esto''. Al principio los castiga o les echa la bronca, después con el tiempo acaban abandonando y dejando el acoso a la merced de los acosadores y del acosado. Recuerdo incluso en el último año que tuve en ese instituto donde me acosaban donde llegué a perder la paciencia sobre una niña que me había estado insultando día tras día, al final tuve que pegarle porque no aguantaba más y la profesora al entrar en la clase me cogió del brazo bruscamente y nos llevó a la niña y a mí al despacho del jefe de estudios, diciéndole que ''mira la bicha esta, pegándole a una niña mucho menos menuda''. Cuando le dije que me había insultado, la profesora me respondió: ''Ella sólo te ha dicho lo que piensa, y todo el instituto te dice lo mismo de todas formas''.
Tengo que repetir que la mayoría de la gente no se da cuenta de lo grave que puede ser el acoso, al contrario que Diego, yo sí le contaba a mis padres y a los profesores que se metían conmigo. Estos últimos no tienen excusa, pero supongo que no sabrían cómo actuar ante un caso tan avanzado. Mis padres, sin embargo, le daban menos importancia, creían que no era tan grave.
Mi adolescencia fue rebelde, no quería estudiar ni quería ir al colegio. A veces me encerraba en el trastero para no ir. Les dije cosas horribles a mis padres por culpa de esa rabia que llevaba dentro todo el tiempo. Estuve a punto de ir a un colegio interno. Me acuerdo de esa época, donde discutimos y yo estaba sentada encima del sofá, con la mirada perdida en el suelo, temblando de rabia e intentando contenerla para no arrepentirme de mis palabras o mis acciones en ese momento, porque ni mis padres ni mi hermano merecían eso.
Ir al colegio era una tortura. Cada vez que subía las escaleras para ir a clase, parecía que mi corazón iba a salirse de mi pecho. Cuando pasaba por el pasillo para entrar, todo el mundo me miraba y se reían, gente que no conocía de nada me insultaba.
Cuando me hacía amigas ajenas al colegio e íbamos andando por la calle, me daba miedo encontrarme con algún compañero que me insultara delante de ella para que al final esa amiga acabe dejándome por sentir verguenza ajena. Al fin y al cabo ya me había pasado antes.
Las amenazas eran constantes, muchas veces me amenazaban diciendome que iban a matar a mis perros con petardos, o me contaban que se habían pasado por mi casa y le habían pegado patadas a mis perros. Me sentía impotente y no sabía qué es lo que tenía que hacer. Los intentaba ignorar pero es imposible hacerte la sorda ante tantos insultos. A veces simplemente me robaban el estuche o intentaban pegarme un chicle para que no los ignorase.
Todavía tengo secuelas en la edad adulta. A pesar de que me cuesta mucho menos relacionarme con la gente, soy tímida para ciertas cosas. Me da miedo hacer cosas en público por si la gente se ríe de mí. Ni siquiera sé hacerle tonterías a mi sobrina, porque tengo miedo de que ella piense que soy tonta. Qué tontería, ¿verdad?
Por supuesto que esto deja secuelas. Me fio mucho menos de la gente y estoy siempre a la alerta del más mínimo detalle. Admito que soy rencorosa, vengativa y que a veces puedo ser algo extrema en mis acciones de la vida diaria. Admito tener tendencia a la depresión y carecer de confianza en mí misma.
Desgraciadamente mi pasado me ha aportado muchas cosas negativas, pero el presente está ahí para luchar contra ellas e intentar ser feliz. Todo el mundo merece ser feliz.
Muchas gracias por haber leído mi publicación, si habéis tenido una experiencia parecida o conocéis a alguien que la haya tenido os animo a que la compartáis. Tenemos todos que luchar contra el acoso escolar. ¡Hasta pronto!